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lunes, 17 de junio de 2013

LA ROPA DEL DOMINGO


"Si alguno es oidor de la Palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era" (Stg. 1:23-24).

UN DOMINGO, al final de una reunión cristiana y en presencia de muchas personas, un hombre de Oceanía oró con estas palabras: "Señor, no permitas que las bellas palabras que acabamos de oír tengan el mismo destino que la ropa elegante que usamos hoy, la cual guardaremos hasta el próximo domingo. Al contrario, haz que tu verdad penetre en nuestros corazones y permanezca imborrable como un tatuaje, hasta nuestro último día. Amén".

Esta oración también podría ser la nuestra. Escuchamos la Palabra de Dios y luego, emocionados por ella, tomamos buenas resoluciones... Pero rápidamente la vida cotidiana nos atrapa como si fuese un engranaje. No dejamos suficiente lugar a esta secreta meditación que "mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella" (Stg. 1:25). Pidamos a Dios que nos abra los ojos para ver las maravillas de esta divina Palabra (Salmos 119:18).

¡No nos conformemos con ser o parecer cristianos solamente por un momento, por ejemplo cuando vamos a una reunión cristiana en el Templo! Para ser cristiano hay que creer en el sacrificio del Señor Jesús; y si hemos creído verdaderamente en Él, eso debe verse reflejado en nuestra manera de vivir. ¿Quién soy realmente? ¿Un cristiano satisfecho con mis prácticas religiosas? ¿O un cristiano convencido de que Cristo murió para borrar mis pecados, que desea honrar a su Maestro en la vida diaria, en la casa, en el trabajo o en la escuela, tanto los domingos como los otros días de la semana? 

(Copiado de "LA BUENA SEMILLA: Meditaciones cotidianas". Ediciones Bíblicas (Suiza).

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